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Son los misioneros, enviados con la tarea específica de anunciar a Jesucristo a aquellos que aún no lo conocen, fundar la Iglesia donde todavía no existe y proclamar a todos que el Reino de Dios ya está en medio de nosotros.

Somos todos misioneros. Es una afirmación muy bonita, pero muy poco tomada en serio. Nadie que crea en Cristo puede lavarse las manos en este compromiso. No hay descanso mientras quede un solo hombre sin saber que Cristo ha venido a salvarlo, a salvar a todos.
Todos estamos llamados a ser misioneros. Todos, dentro de nuestras posibilidades, podemos sumarnos a esta tarea grandiosa de anunciar a Jesucristo hasta los confines de la tierra. La Iglesia actual brinda distintas posibilidades para encauzar las inquietudes misioneras de religiosos y laicos:
Todos, absolutamente todos, podemos encontrar un lugar en la Iglesia para responder a la llamada que nos hace Dios a ser misioneros.



Nosotros somos misioneros. Hemos descubierto en nuestras vidas el llamado de Jesucristo a ser sus testigos hasta los confines de la tierra.


Y tal vez hoy, Dios te está llamando a tí también. ¡Sí! ¡A tí, que estás frente a tu PC en este momento! ¿Por qué no? Sólo es cuestión de animarse, de escuchar la voz de Dios y de ser valiente para decirle que sí. ¿Te animás?